Para un intento de sinopsis
¿Soñé mi vida, o fue un sueño?
Walter von der Vogelweide
“...y los halcones te esperan
junto al despertar.”
Luis Alberto Spinetta
Hay un funeral. Hay tres veladoras, suspendidas en el insomnio, y rotas.
Pero, ¿quién es el fantasma de quién?
Del rumor que cruza la escena comprendemos que conversan, pero si acaso el silencio es el que conversa, o los quebrados deseos diurnos murmuran mientras descubren sus monstruos velados, o si es otro quien las hace hablar, eso no posible de afirmar.
En este ejercicio magno de la irrealidad y la enajenación, nada puede ser percibido desde el conocimiento que depara el tránsito por las leídas avenidas de este lado burdo del mundo: hasta existen otras maneras de mirar, otras maneras de abrir las ventanas en este universo otro; dónde se detiene esta oscura travesía metafísica es incierto.
Juegos de espejos y juegos de sombras multiplican la niebla dispersa. Pero no impiden alcanzar la verdad -porque no hay verdad alcanzable. El mundo que transitamos sin comprenderlo se derrumba entre los pasillos de la vigilia ilícita; y las figuras de los espejos estallan: ya no es legible quién es el reflejo de quién.
No hay línea que no haya sido tramada como poesía: nada se dice, nada se menciona –porque nada puede ser dicho: el lenguaje tiembla, colapsa cuando una verdad (una verdad siempre excede las posibilidades enunciativas) ronda el primitivo espacio de la noche abierta, noche entera sin el corset de los horarios, como la respiración de un melodía amada y perdida; todo, en cambio, es sugerido: acaso alguien despierte. En la constelación de este universo –donde el sueño no es el reverso de la vigilia, donde la contradicción es el único recurso expresivo- no es dada una certeza, una afirmación que no exalte el carácter absurdo de su razón. La cadencia de un desasosiego orquesta el ritmo terso de las tristezas. Se abre en la noche un episodio onírico mecido al ritmo de la pezuña de algún súcubo desvelado; y sin embargo estas heridas son un signo vivo de nuestra alma dormida de urbanidad y antibióticos: leer estos símbolos acaso nos vuelva ajenos, irreales. Rendidas las máscaras se mecen como hojas entre el otoño.
(“dónde ha ido a parar ese niño que soñaba los sueños que yo quería; y no estas ropas, estas muecas que me cubren”)
Todo es niebla,
todo es nada
y todo no es más que el devaneo extremo de una sola alma abismada, que pudo ser apenas otro silencio perdido entre los relojes derrotados de un insomnio más.
... en tanto a la versión:
Realizar Pessoa es materia intratable. Poco es afirmable en torno a la obra Pessoana. Su vasta, inagotable producción se ve atravesada por una niebla análoga a la que circunda las sentencias kafkianas. La ambigüedad ya de palabras, personajes, versos y el carácter incierto de todo posible origen son herramientas con dedicación talladas por Pessoa. Así, no presentan a esta versión dificultades, sino que la incertidumbre y lo ambiguo son deliciosos instrumentos de trabajo.
Urdir un puente entre el ejercicio de la incertidumbre, este virgen cosmos diverso, y el público es uno de los propósitos mayúsculos de esta realización.
La poética Pessoana no admite sino caer de rodillas ante ella, extasiados. Omitir, corregir o agregar alguna palabra a prosa poética de tal envergadura sería un acto profano. Apenas si nos hemos permitido una traducción e indignas interpretaciones escénicas. Por una cuestión de fe, se han agregado dos textos pertenecientes al volumen “Libro del desasosiego”: consideramos que otros textos en la producción de Fernando Pessoa han visto origen desde la misma crisis y con la misma cadencia. Estos textos conforman una máquina con “El Marinero”. Si solamente dos de ellos se han agregado ha sido por comprender que cualquier extensión que sufriere una obra ya extensa era de un exceso que la tornaba esquiva.
Escribe Pessoa que una de las principales operaciones de este poema dramático es el de tornar irreal el mundo exterior. Si bien esto sucede, tengo para mí que el verdadero poder (destructivo, como un espejo sincero) reside en relativizar el mundo interior hasta esfumarlo –arrastrarlo a la irrealidad; o al menos, hacia la posibilidad de irrealidad, que no es una herida menos riesgosa-. Aquello que se quiebra en el lector (todo espectador es en realidad un lector) es el puente que lo relaciona con el mundo exterior: pudo haber habido otra manera de abrir las ventanas, de caminar las calles, de sentir y de perder etc; y esta, nuestra vida contemporánea es solamente un error entre el manojo de errores posibles.
Me resulta particularmente fundamental – en el espiral hacia dentro (de sí) que es esta obra- el planteo sobre qué es lo que se está velando en el funeral. Iluso es pretender que en el ataúd no yace sino un símbolo: leer la dirección que apunta ese símbolo es uno de los vértices principales de la obra.
Mi posición es la de forjar al lector a participar. El final no pretende, en ningún punto, ser espectacular. Está dispuesto, esencialmente, para envolver, involucrar, denotar que esa pesadilla que habita en nuestro resignado silencio, que esos murmullos que trepan por las espaldas de la almohada cuando la noche no entiende el alplax, gritan con sus uñas que nuestras certezas son una fábula esgrimida desde las tentaciones del sistema, en complicidad con la inercia y con el miedo de no ser aquello que reclaman los horarios.
Las heridas que se exhiben en “El Marinero” son un recado de los signos más íntimos del alma, y de nuestra propia agonía.
La verdad no solamente no está en el texto – y mucho menos fuera de él-, sino que es chata, aburrida e inferior a la poesía de su expresión.
Será acertada nuestra tarea si este juego de sombras en la niebla logra encender la singularidad de un alma.
Rastros de un contexto
(fragmentos y fragmentos y fragmentos)
Epígrafes:
"El hombre es un animal que despierta sin que sepa nunca dónde ni para qué."
La hora del diablo;
Fernando Pessoa
“Para mí, la vida es como una posada del camino, donde debo demorarme hasta que llegue la diligencia del abismo. Ignoro dónde me llevará, porque no sé nada. Podría considerar esa posada como una prisión, pues estoy obligado a aguardar en ella; podría considerarla un sitio propicio para la sociabilidad, porque en ella me encuentro con otros. (...) Me siento a la puerta y embebo mis ojos y oídos en los colores y sonidos del paisaje, y canto lento, para mí solo, vagos cantos que compongo mientras espero.
Sobre todos caerá la noche y arribará la diligencia. Disfruto de la brisa que me dan y del alma que me dieron para ello, y no pregunto más, ni busco. (...)”
“Livro do desassossego”, extracto del segundo fragmento;
Fernando Pessoa
“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años pueblo un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.”
Fragmento del epílogo de “El Hacedor”;
Jorge Luis Borges
“La vida es la búsqueda de lo imposible a través de lo inútil”
Tarde
“She should have died hereafter;
there would have been a time for such a word.
To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
creeps in this petty pace from day to day
to the last syllable of recorded time,
and all our yesterdays have lighted fools
the way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life´s but a walking shadow, a poor player
that struts and frets his hour upon the stage
and the in heard no more: it is a tale
told by an idiot, full of sound and fury,
signifying nothing.”
Macbeth, 18,V,V
William Shakespeare
Fernando Pessoa sobre el teatro estático:
“Llamo teatro estático a aquel cuyo enredo dramático no constituye acción; esto es, donde las figuras no solo no actúan, porque ni se mueven, ni hablan de moverse; sino que ni siquiera poseen sentidos capaces de producir una acción, donde no hay conflicto ni perfecto enredo. Se dirá que esto no es teatro. Creo que lo es, porque creo que el teatro tiende a ser teatro meramente lírico y el enredo de teatro existe, no en la acción, sino, más ampliamente, en la revelación de las almas a través de palabras confusas y en la creación de situaciones de inercia, momentos de alma sin ventanas, sin puertas a la realidad.”
Sobre “El marinero”:
“Quien quiera resumir en una sola palabra la característica principal del arte moderno, ha de pensar en la palabra “sueño”. El arte moderno es arte de sueño. (...) El mayor poeta de la época moderna será aquel que tenga mayor capacidad para el sueño.”
“ El drama, que comienza con gran sencillez, aumenta gradualmente hacia un limite terrible de terror y duda que crece y crece hasta llegar a absorber el espíritu de las tres veladoras, el ambiente de la misma habitación e incluso el vigor que el día tiene para nacer.
El final de esta obra contiene el más sutil terror intelectual jamás visto. Un pesado manto cubre a las veladoras cuando ya no tienen a quien hablar, ni razón alguna para hacerlo.”
Libro del desasosiego
Fragmento 95
Duré horas incógnitas, momentos sucesivos sin relación, en el paseo que hice, de noche, por la orilla solitaria del mar. Todos los pensamientos que han hecho vivir hombres, todas las emociones que los hombres han dejado de vivir, pasaron por mi mente como un resumen oscuro de la historia, en esa meditación mía paseada a la orillas del mar.
Sufrí en mí, conmigo, las aspiraciones de todas las eras, y conmigo pasearon, a la orilla oída del mar, los desasosiegos de todos los tiempos. Los que los hombres quisieron y no hicieron, lo que mataron haciéndolo, lo que las almas fueron y nadie dijo – de todo esto se formó el alma sensible con que paseé de noche a la orilla del mar. Y lo que los amantes extrañaron en el otro amante, lo que la mujer ocultó siempre al marido de quién es, lo que la madre piensa del hijo que no tuvo, lo que tuvo forma sólo en una sonrisa o en una ocasión, en un tiempo que no fue ese o en una emoción que faltó – todo eso, en mi paseo a orillas del mar, fue conmigo y regresó conmigo, y las olas torcían portentosamente el vaivén en que yo lo adormecía.
Somos quien no somos, y la vida está resuelta y es triste. El rumor de las olas en la noche es un rumor de la noche; ¡y cuántos lo oyeron en la propia alma, como la esperanza constante que se deshace en lo oscuro con un sonido sordo de espuma profunda! ¡Qué lágrimas lloraron los que obtuvieron, qué lágrimas perdieron los que consiguieron! Y todo esto, en el paseo a las orillas del mar, se me convirtió en el secreto suspirado en la noche y en confidencia del abismo. ¡Cuántos somos! ¡Cuántos nos engañamos! ¡Qué mares claman en nosotros, en la noche de tener que ser, por las playas que nos sentimos en las inundaciones de la emoción! Aquello se perdió, aquello que se debería haber querido, aquello que se obtuvo y satisfizo por error, lo que amamos y perdemos y, después de perderlo, vimos, amándolo por haberlo perdido, que no lo habíamos amado; lo que juzgábamos que pensábamos cuando sentíamos; lo que era memoria y creíamos que era emoción; y el mar, el mar todo, viniendo desde allá, rumoroso y fresco, del gran fondo de toda la noche, el aplacarse dócil en la playa, en el decurso nocturno de mi paseo a orillas del mar.
¿Quién sabe siquiera lo que piensa o lo que desea? ¿Quién sabe qué es para sí mismo? ¡Cuántas cosas la música sugiere y nos sabe bien que no puedan ser! ¡Cuántas recuerda la noche y lloramos y no fueron nunca! (...)
¡Cuánto muero si siento por todo! ¡Cuánto siento si así vago, incorpóreo y humano, con el corazón quieto como una playa, por todo el mar de todo, en la noche en que vivimos, mar alto que golpea, áspero y se enfría, en mi eterno paseo nocturno a orillas del mar!
Fragmento 178
Somos muerte. Esto que consideramos vida, es el sueño de la vida real, la muerte de lo que verdaderamente somos. Los muertos nacen, no mueren. Nuestros mundos están invertidos. Cuando consideramos que vivimos, estamos muertos; vamos a empezar a vivir, en cambio, cuando seamos moribundos.
La relación que hay entre el sueño y la vida es la misma que hay entre lo que llamamos vida y lo que llamamos muerte. Estamos durmiendo, y esta vida es sueño, no en un sentido metafórico ni poético, sino en un sentido verdadero.
Todo aquello que en nuestras necesidades consideramos superior, todo eso participa de la muerte, todo eso es la muerte. ¿Qué es lo ideal, sino la confesión de que la vida no sirve? ¿Qué es el arte sino la negación de la vida? Una estatua es un cuerpo muerto, esculpido para fijar la muerte, en materia incorruptible. Incluso el placer, que tanto parece una inmersión en la vida, es más bien una inmersión en nosotros mismos, una destrucción de las relaciones entre nosotros y la vida, una sombra convulsiva de la muerte.
Poblamos sueños, somos sombras vagando a través de florestas imposibles, en las que los árboles son casas, costumbres, ideales, ideales y filosofías.
¡No encontrar nunca a dios, no saber nunca, ni siquiera, si Dios existe! Pasar de mundo a mundo, de encarnación a encarnación, siempre inmersos en la ilusión que protege, siempre en el error que acaricia.
¡La verdad nunca, la intemperie nunca! ¡La unión con Dios nunca! ¡Nunca enteramente la paz, pero siempre un poco de paz, siempre un anhelo de paz!
Fragmento 196
Los sentimientos que más duelen, las emociones que más acucian, son los que resultan absurdos – el ansia de las cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la nostalgia de lo que nunca hubo, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, un eterno poniente de lo que somos. El que podamos sentirnos es entonces un campo desierto que oscurece, triste de juncos a la orilla de un río sin barcos, devorado claramente por una sola sombra, entre orillas distanciadas.
No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de algún otro mundo en que habríamos estado – reminiscencias cruzadas y mezcladas, como cosas vistas en sueños, absurdas en la figura que vemos pero no en su origen, si lo supiésemos. No sé si hubo otros seres que fuimos, cuya plenitud sentimos hoy, en la sombra que de ellos somos, de una manera incompleta – perdida la solidez y concibiéndola nosotros mal en las dos exclusivas dimensiones de la sombra en que vivimos.
Sé que estos pensamientos de la emoción duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarnos una cosa a la que correspondan, imposibilidad de encontrar algo que substituya eso a lo que se abrazan en visión – todo esto pasa como una condena dictada no se sabe dónde, o por quién, o por qué.
Pero lo que nos queda de sentir todo esto, es con seguridad un disgusto de la vida y de todos sus gestos, un cansancio anticipado de los deseos y de todos sus modos, un disgusto anónimo de todos los sentimientos. En estas horas de pena sutil, se nos hace imposible, hasta en sueño, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo está vacío, hasta en la idea de lo que es. Todo eso está dicho en otro lenguaje para nosotros incomprensible, meros sonidos de sílabas sin formas en el entendimiento. La vida es hueca, el alma es hueca, el mundo es hueco. Todos los dioses mueren de una muerte mayor que la muerte. Todo está más vacío que lo vacuo. Todo es un caótico amontonamiento de nada.
Si pienso esto y miro, para ver si la realidad apacigua mi sed, veo casas inexpresivas, caras inexpresivas, gestos inexpresivos. Piedras, cuerpos, ideales – todo está muerto. Todos los movimientos son parajes, el mismo paraje todos ellos. Nada me dice nada. Nada me es conocido, no porque me extrañe sino porque no sé qué es. Se perdió el mundo. Y en el fondo de mi alma – como única realidad de este momento – hay una pena intensa e invisible, una tristeza que es como el sonido de quien llora en una habitación oscura.
Fragmento 243
Quien quisiese hacer un catalogo de monstruos, no tendría más que fotografiar en palabras aquellas cosas que la noche trae a las almas soñolientas que no logran dormir. Todas esas cosas tienen la incoherencia del sueño, sin la disculpa incógnita de que se está durmiendo. Sobrevuelan como murciélagos la pasividad del alma o chupan como vampiros la sangre de la sumisión.
Son larvas de lo que declina y del desperdicio, sombras que cubren el valle, vestigios que quedan del destino. Unas veces son gusanos, nauseabundos hasta para la propia alma que los abriga y cría; otras veces son espectros, y rondan siniestramente algo que no es nada; otras, incluso, son serpientes las que emergen de los rincones absurdos de las emociones perdidas.
Lastre de lo falso, no sirven sino para que no sirvamos. Son dudas del abismo, postradas en el alma, arrastrando pliegues soñolientos y fríos. Duran lo que volutas, se borran como huellas, y no hay más que el que hayan sido en la sustancia estéril de haber tenido conciencia de ellas. Uno u otro son como una pieza íntima de fuegos artificiales: chispean por un momento entre sueños, y el resto es la inconciencia de la conciencia con que vivimos.
Levísima cinta desatada, el alma no existe en sí misma. Los grandes paisajes son para mañana, y nosotros ya vivimos. Fracasó la conversación interrumpida. ¿Quién diría que la vida iba a ser así?
Me pierdo si me encuentro, si encuentro dudo, no tengo si obtuve. Como si pasease, duermo pero estoy despierto. Como si durmiese, me despierto y no me pertenezco. La vida, al final, es un gran insomnio, y hay una somnolencia lúcida en todo lo que pensamos y hacemos.
Sería feliz si pudiese dormir. Esta opinión es de este momento, porque no duermo. La noche es un peso inmenso por detrás del ahogarme con la frazada muda de lo que sueño. Tengo una indigestión en el alma.
Siempre, después de después, vendrá el día, pero será tarde como siempre. Todo duerme y es feliz, menos yo. Descanso un poco, sin atreverme a dormir. Y grandes cabezas de monstruos sin ser emergen confusas del fondo de quien soy. Son dragones del Oriente del abismo, con lenguas encarnadas por fuera de la lógica, con ojos que miran sin vida mi vida muerta que no los mira.
¡La tapa, por amor de Dios, la tapa! ¡Pongan fin a la inconsciencia y a la vida! Felizmente, por la ventana fría, de hojas abiertas hacia atrás, un hilo triste de luz pálida empieza a extraer la sombra del horizonte. Felizmente, lo que va a despuntar es el día. Me sosiego, casi, de tan cansado que estoy del desasosiego. Un gallo canta, absurdo, en plena ciudad. El día lívido comienza en mi sueño vago. Alguna vez dormiré. Un ruido de ruedas dice carro. Mis párpados duermen pero yo no. Todo, en fin, es el Destino.
El diablo en Fernando Pessoa
Dice el Diablo a María:
- El alma vive porque es perpetuamente tentada, aunque resista. Todo vive porque se opone a algo. Yo soy aquello a lo que todo si opone. Pero si yo no existiera...
- La música, la luz de la luna, la ironía y los sueños son mis armas mágicas. Pero por música no debe entenderse solo aquella que se toca, sino también aquella que queda eternamente por tocar.
- Corrompo porque hago imaginar.
- ¿Nunca pensó en el Príncipe Encantado, en el Hombre Perfecto, en el amante interminable?¿Nunca sintió a su lado, en sueños, al que la acariciara como no acaricia nadie, al que fuera suyo como si la incluyese en él, el que fuera, al mismo tiempo, el padre, el marido, el hijo en una triple sensación que es sólo una? Era yo, que soy la serpiente.
- Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir; en eso está mi reino nulo y ahí se asienta el trono que no me fue dado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber habido, lo que la Ley o la Suerte no dieron... los arrojé a manos llenas al alma del hombre, y a ella le perturbó tanto sentir la vida viva de lo que no existe.
- El hombre no difiere del animal sino en saber que no lo es. Es la primera luz, que no es más que tiniebla visible. El principio de la ciencia es saber que ignoramos. El mundo, que es donde estamos; la carne, que es lo que somos; el Diablo, que es lo que deseamos.
- Ni soy el rebelde contra Dios, ni el espíritu que niega. Soy el Dios de la Imaginación, perdido porque no creo. Es por mí que de niña soñaste aquellos sueños que son juguetes; es por mí que, ya de mujer, tuviste para abrazar de noche a los príncipes y a los dominadores que duermen en el fondo de esos sueños. Soy el espíritu que crea sin crear, cuya voz es humo y cuya alma es un error. ¿Qué hombre posó sobre tus senos aquella mano que fue mía?¿qué beso te dieron que fuese igual al mío? Cuando, en las grandes tardes calientes, soñabas tanto que soñabas soñar, ¿no viste pasar, en el fondo de tus sueños, una figura velada y rápida, la que te daría toda la felicidad, la que te besaría indefinidamente? Era yo. Soy yo. Soy aquel que siempre procuraste y que nunca podrás hallar. El anillo que usas y amas, la alegría de un pensamiento vago, el sentir que estás bien en el espejo en que te ves... No te engañes: no eres tu; soy yo. Soy yo, que ato bien todos los lazos con que se decoran las cosas. De todo cuanto no vale la pena ser, yo hago mi dominio y mi imperio, señor absoluto del intersticio y del intermedio, de lo que en la vida no es vida. Como la noche es mi reino, el sueño es mi dominio. Corrompo, pero ilumino.
Apéndice I
Fragmentos de Alberto Caeiro
(notas para la genealogía de la alienación: enfermedad como figura desde donde hablan las veladoras)
“(...)Creo en el mundo
porque lo veo. Pero no pienso en él
porque pensar es no comprender...
El mundo no se hizo para que pensáramos en él
(pensar es estar enfermo de los ojos)
sino para mirarlo y estar de acuerdo.
Yo no tengo filosofía: tengo sentidos...
Se hablo de la naturaleza no es porque sepa lo que ella es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama,
ni sabe por qué ama, ni lo que es amar...
Amar es la eterna inocencia,
Y la única inocencia es no pensar...”
“Recordar es una traición a la naturaleza,
porque la naturaleza de ayer no es naturaleza.
Lo que fue no es nada, y recordar es no ver:
Pasa, ave, pasa, y enséñame a pasar.”
“tristes de nosotros que traemos el alma vestida”
“ - Ey, guardador de rebaños.
Allí al costado de la calle,
¿qué te dice el viento que pasa?-
- Que es viento, y que pasa,
y que ya pasó antes,
y que pasará después;
y a ti ¿qué te dice?-
- Mucha cosa además de eso.
Me habla de muchas otras cosas.
De memorias y de nostalgias
y de cosas que nunca fueron.-
- Nunca oíste pasar el viento.
El viento sólo habla del viento.
Lo que oíste era mentira,
Y la mentira está en ti-“
“(...)porque el único sentido oculto de las cosas
es que ellas no tienen sentido oculto alguno,
es más extraño que todas las extrañezas
y que los sueños de todos los poetas
y los pensamientos de todos los filósofos,
que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que comprender.
Las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.”
“(...) ¿Ah los sentidos, los enfermos que ven y oyen!
Si fuéramos como debíamos ser
No habría en nosotros necesidad de ilusión...
Nos bastaría sentir con claridad y vida
Y ni repararíamos en para qué hay sentidos.”
“(...) Para mi, gracias a tener ojos solo para ver,
veo ausencia de significación en todas las cosas;
veo y me amo, porque ser una cosa es no significar nada.
Ser una cosa es no ser susceptible de interpretación.”
“No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es suficiente no estar ciego
Para ver los árboles y las flores.
Es preciso también tener filosofía ninguna.
Con filosofía no hay árboles: hay apenas ideas.
Hay solo, cada uno de nosotros, como una caverna.
Hay solo una ventana cerrada, y todo el mundo allá afuera;
y un sueño de lo que se podría ver se la ventana se abriera,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.”
“Lo que es preciso es ser natural y calmo
en la felicidad o en la infelicidad,
sentir como quien mira,
pensar como quien anda,
y cuando llegue la muerte, recordar que el día también muere,
y que el poniente es bello y es bella la noche que queda”.
Apéndice II
4 poemas
Autopsicografía (fragmento pertinente a la despersonalización del poeta dramático)
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que de veras siente.
publicado en la revista cultural portuguesa Presenca, en noviembre de 1932.
(pliegues de la noche)
“¿Qué es el insomnio?
La pregunta es retórica; sé demasiado bien la respuesta.
Es temer y contar en la alta noche las duras campanadas fatales, es ensayar con magia inútil la respiración regular, es la carga de un cuerpo que bruscamente cambia de lado, es apretar los párpados, es un estado parecido al de la fiebre y que ciertamente no es la vigilia, es pronunciar fragmentos de párrafos leídos hace ya muchos años, es saberse culpable de velar cuando los otros duermen, es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo, es el alba dudosa.
(...)”
Fragmento de “Dos formas del insomnio”; La cifra (1981)
Jorge Luis Borges
“(…)Sólo en la noche entornaré mis hendidos espejos
las clavijas deberán anunciarme las grietas
las quebraduras
el vacío interior.”
Fragmento del tercer poema de la parte quinta del libro de poemas “Guitarra negra”
Luis Alberto Spinetta
Ein Traum
Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
El era amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre le contestó: si pecamos
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
Ahora que se fueron los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme.
La moneda de hierro (1976);
Jorge Luis Borges.
Apéndice III
De la dirección y el carácter inestable de nuestro suelo:
(...)Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.
El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
Fragmento de “El hilo de la fábula”; Los conjurados (1985)
Jorge Luis Borges
- Yo no pienso – dijo el cazador, sonriente, y puso la mano en la rodilla del alcalde, para subsanar la broma-. Estoy aquí, no sé más, y no puedo hacer más. Mi barca no tiene timón, se desplaza con el viento que sopla de las regiones más inferiores de la muerte.
Fragmento de “El cazador Gracchus”;
Franz Kafka.
- Pero, mi querida niña- dije yo, le quité el pañuelo de la cabeza y puse mi mano en su suave cabello-, aún no puedo quedarme contigo. Hay alguien aquí, en el panteón, con quien tengo que hablar. ¿No quieres ayudarme a buscarle?
- ¿Tienes que hablar con él? Aquí no hay obligaciones de ningún tipo- dijo ella.
- Pero yo no soy de aquí.
- ¿Crees que podrás salir de aquí?
- Seguro- dije yo.
- Pues entonces con más razón no deberías perder tu tiempo – dijo ella.
A continuación, buscó entre los cojines y sacó una camisa.
- Esta es mi mortaja – dijo, y me la entregó-, pero no la uso.
Fragmento de “Huésped en la casa de los muertos”;
Franz Kafka
final.